El Mercedes que vino del infierno

Mi padre, mi hermano Lucho y el Mercedes venido del infierno.

Mi padre, mi hermano Lucho y el Mercedes venido del infierno.

Mi padre -como tantos otros- soñó durante años con tener un Mercedes. Aunque el hombre antes había tenido, en mi opinión, uno de los coches más maravillosos de la historia de la automoción: un Citroën DS 21 rojo con el techo negro. Estarás conmigo que después de tener un Tiburón, sólo hay un camino: hacia abajo, una pendiente que mi padre iba a recorrer con todas sus amargas consecuencias.Así que mi progenitor fue a un concesionario oficial Mercedes-Benz y encargó a finales de 2007 un 230E automático, con cuero, climatizador… Tuvo que esperar unos cuatro meses para poder recibir su «pride and joy» (como dicen los sajones). Fue el 26 de febrero de 1998 el día que lo llamaron para decirle que su coche había llegado… el mismo día que murió mi madre. Con tal comienzo no era de extrañar lo que iba a venir después. El coche pasó los primeros años más tiempo en el taller que en el garaje. Hasta que el jefe de taller le dijo al dueño: «De cada mil coches sale uno malo, y a usted le ha tocado». El coche no es malo, es peor; pero el precio fue buenísimo, ocho millones de pesetas de 1998. Mi padre sigue con su 230 E, la última broma -pesada- que le gastó mi madre.

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